SINOPSIS:
Un abeto que siente frío y tiene la suerte de «pasar» la
Navidad en un país cálido, unos juguetes que se rebelan, un hada que se olvida
de «inaugurar» la primavera, el caso del niño que apagó la luna de un soplido o
de la estrella que se cayó del cielo... son algunas de las increíbles y
entretenidas historias que Pompeyo, el jardinero, le cuenta a Clara cada vez
que va a visitar a su querida abuela Aurora.
EL ÁRBOL DE LAS MARIPOSAS
Pompeyo cree que los mejores jardineros son los japoneses, y que tienen los ojos como dos rayitas de mirar tanto las plantas.
En Japón crece un árbol con hojas de forma de mariposa: Ginkgo.
Cuenta la leyenda, que hace tiempo, los árboles podían ir de un lado para otro,
porque siempre era primavera y el viento los acariciaba suavemente. Pero un
día, los árboles de hoja ancha se volvieron vanidosos y desafiaron al viento.
Decían que eran tan fuertes y flexibles que ni el más terrible de los huracanes
podía arrancar sus hojas. El viento se enfadó y aceptó el desafío. Los árboles de hoja fina se refugiaron
en las montañas. Los otros esperaron al viento, y empezó el temporal.
El viento sopló con tanto ímpetu que arrancó las hojas de los más soberbios.
También arrancó a seres delicados del aire: las mariposas.
Un árbol de hojas finas vio una nube de mariposas azotada por el viento.
Estaban a punto de perecer arrastradas por el huracán. Algunas extenuadas,
dejaban de aletear y se estrellaban contra el suelo. El árbol no podía permitir
que se perdiera algo tan bello, así que abandonó su refugio e intentó
salvarlas.
El viento soplaba tan fuerte que arrancó sus hojas, pero él extendió sus ramas
y todas las mariposas encontraron en ellas refugio.
Cuando cesó el huracán, las mariposas volaron libres y fueron a buscar un lugar
más cálido, porque el viento sopló tanto que había traído el invierno.
Los árboles no podían moverse ni huir, porque habían transformado sus pies en
raíces para no ser arrastrados por el huracán. El viento pensó que vivir
siempre sin hojas sería un castigo exagerado, pero para los árboles orgullosos
no olvidaran nunca su orgullo, todos los años se llevaría sus hojas y traería
el invierno.